Erase un vez una niña que se llamaba Escarlata y lo que más le gustaba era la naturaleza, los animales y dibujar. Apenas tenía amigos, porque vivía en el bosque y sus padres eran pocas las veces que la llevaban al colegio. A Escarlata le gustaba dibujar sentada en una piedra cerca del río, desde donde observaba los animales del bosque y para pintarlos. Ella creía que sus padres, Ana y Antonio, eran cazadores y pescadores furtivos, porque cada noche salían de la cabaña muy sigilosamente. Empezó a notar que cada vez había menos animales, pensó: ¿Qué puedo hacer? Un día se lo comentó a sus p
adres. Ellos se pusieron furiosos y le dijeron: ¡Dedícate a cuidar la casa y dejanos en paz! Ellos nunca fueron cariñosos con ella y Escarlata siempre pensó que con sus tíos, que vivían en la ciudad y sí eran muy cariñosos, habría sido mucho más feliz. Sus padres nunca la quisieron, ni se preocupaban por ella, y ni siquiera tenía zapatos, siempre iba descalza por el bosque.
Un día, cuando estaba en el río, vio pasar un guardabosques, y éste le preguntó que por qué estaba tan triste y qué hacía allí sola. Ella se sinceró con él y le contó su historia. El guardabosques empezó a investigar y se dio cuenta que sus padres eran los cazadores que buscaba y días después los detuvieron.
Cuando sus tíos se enteraron de la noticia, se fueron a vivir al bosque y así podrían cuidar de Escarlata. A ellos siempre les había gustado vivir en el bosque, pero tuvieron que irse a la ciudad al tener problemas con el padre de Escarlata. Sus tíos la cuidaron muy bien, la llevaron al colegio y se preocuparon de sus necesidades (ropa, zapatos, libros...). La trataron como a una verdadera hija y Escarlata tuvo la familia que siempre deseó.
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