Érase
una vez un hombre que se llamaba José. Toda su vida había soñado con
ser rico. Buscó trabajo y trabajó hasta que ya no tuvo fuerzas, pero
trabajó tanto que no pensó en tener una familia. Cuando José se hizo
anciano siempre salía a comprar lo que deseaba, pero se dio cuenta de
que por más cosas que se comprara no era feliz.
Después
de ir de compras, José siempre se sentaba en el escalón de su puerta a
ver pasar a la gente, tan felices con sus familias. En navidad siempre
estaba solo, sin nadie con quien compartir la alegría y abrir los
regalos, tampoco tenía amigos, porque no era capaz de relacionarse con
nadie. Un día pensó que debería intentarlo. Se fue al parque y se puso a
hablar con unas personas que había sentadas en un banco, pero no le
hicieron caso. Luego intentó relacionarse con un hombre que estaba con
sus nietos, empezaron a hablar y se hicieron muy amigos. José siguió
yendo al parque y acompañaba a Juan, que el nombre de su amigo, mientras
cuidaba de sus nietos. Un día José invitó a su amigo Juan a cenar en
su casa y Juan se llevó a toda su familia. Era una familia humilde y
trabajadora. Estuvieron charlando y bailando todos muy felices. Ese día
fue el día más feliz de José. Al terminar la noche, su amigo le dijo que
su familia también sería la suya y los dos rieron muy felices. José se
dio cuenta de que la felicidad no se consigue con el dinero.
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